Reflexión de mayo
“ Si alguno viene a mí sin aborrecer a su padre ya su madre, a su mujer ya sus hijos, a sus hermanos y hermanas, y aun a su propia vida, no puede ser mi discípulo ” (Lc 14, 26).
Renunciar a la libertad personal de uno para alguien o algo más es inimaginable para muchas personas. Tenemos nuestras propias ambiciones y planes grandiosos en la vida. Todos buscamos lo que es más grande, mejor y permanente, y no nos detenemos hasta acercarnos a ese algo que buscamos o incluso poseer it.
Somos criaturas de Dios y Sus discípulos. Al ser uno con Dios, no nos hemos limitado solo a Él, sino que nos hemos abierto a algo más grande, mejor y permanente. Dios no está sujeto a cambios. Él es para siempre y Él es bueno. Todas las cosas provienen de Él. Él está en todas partes porque Él es Omnipresente.
No podemos ver a Dios a simple vista, entonces tenemos que orar mucho y participar en actividades comunitarias. Tenemos que estar presentes y encontrarlo en nuestras vidas, o bien, podemos tratar de encontrarlo en alguna otra vía que no sea muy alentadora para nuestra situación personal.
Aislarse no sirve de nada, es PECADO, pues es del diablo. Al diablo le gustaría que estuviéramos en la oscuridad y no en el conocimiento. Quiere aumentar en nosotros el odio, para que no conozcamos el amor. También quiere que seamos egoístas para que no sirvamos a los demás. El mismo diablo dijo: "¡Non Serviam!" (No voy a servir).
No cometas el error de elegir mal. Elija lo que es más grande-mejor-permanente. Elige a Dios.
Reflexión sobre Nuestra Señora
Santo Tomás de Aquino dice que la verdadera devoción a María consiste en una "entrega pronta y completa de sí mismo". La devoción a la Virgen debe consistir entonces en tener una donación amorosa de sí mismo a la Virgen, es decir, debemos hacer un don de nosotros mismos a su.
Cuando uno recibe un regalo, esa persona puede hacer con él lo que quiera con el regalo. Nosotros por nuestra parte, no podemos hacer otra cosa que lo que la persona que recibió el regalo desea y encuentra agradable y está realizando. Cuanto más devotos somos de Nuestra Señora, más nos entregamos a ella y adaptamos nuestras formas a sus deseos, viviendo en todos los aspectos bajo su guía.
La devoción mariana se entiende mejor en el sentido de que requiere la consagración de uno mismo a Nuestra Señora; es decir, la ofrenda explícita a María de todo su ser, de todo lo que es y de todo lo que tiene: alma, cuerpo, sentidos; bienes externos, bienes internos, presentes y futuros; la vida, la muerte y la eternidad. Este tipo de consagración hace llegar a la plenitud de la devoción a la Virgen porque, en todos los sentidos, somos verdaderamente entregados a la Virgen y le pertenecemos incondicionalmente; hacemos la elección de vivir, sin reservas, como su hijo, ya sea para ser su "esclavo de amor" (San Luis Grignon de Montfort), o, yendo más allá, para hacernos de nosotros mismos "propiedad, un instrumento en sus manos". (San Maximiliano María Kolbe), o, yendo aún más lejos, uno se ofrece como "víctima del holocausto" en honor de su amor maternal y misericordioso y por la venida del reino de Dios a todas las almas.